Estoy bastante cansada de que la gente de mi entorno, incluída mi madre, diga que tengo la suerte
de tener trabajo. Y se debe a que soy empleada pública.
Digo empleada pública porque, dentro de la función pública, muchos tipos de funcionariado. En mi caso no soy funcionaria, soy estatutaria.
Y eso ¿cómo se explica?. Aparentemente, somos como funcionarixs pero sin todas las ventajas que se han ido consiguiento a lo largo de los años, y nos regimos por un estatuto especial.
Existen muchas clases de funcionarxs interinxs, de carrera, contratadxs laborales fijos, contratadxs aborales temporales, en
fin….El caso es que las personas que trabajamos en la función pública hemos pasado de ser unas pringadas mileuristas en la época de las vacas gordas, aguantando el tipo como hemos podido, sin casi llegar a final de mes, a ser privilegiadas porque tenemos un empleo fijo en época de crisis. Y no lo voy a negar en estos tiempos, y en mi caso, a partir de
cierta edad se agradece. Sin embargo este hecho es lo que nos hace ser vistos como parte del problema, por ello nos hemos convertido en moneda de cambio para que los gobiernos
nos fustiguen y la ciudadanía nos ataque.
El tener un empleo más o menos estable permite a la personas tener parte de sus problemas resueltos pues se puede pensar en un futuro mejorando su formación e incluso plantearse cambiar de empleo si éste no le satisface. Es un de todo trabajador o trabajadora tener cierta estabilidad y seguridad en su puesto de trabajo.
El caso es que los empleados y empleadas públicos de carrera no tenemos
un contrato laboral, tenemos un título que nos es acredita para la función pública
y su relación laboral con la Administración está regulada por el derecho
administrativo.
En tiempos de la Restauración todos los puestos de la
administración eran de libre designación, y recuérdese que había alternancia
pactada entre liberales y conservadores, En esa época las decisiones que tomaba
la función pública era tan vitales como el control presupuestario o la
intervención del gasto. Esas decisiones se tomaban desde el partidismo, por lo
que el clientelismo es la seña de identidad.
En la época que vivimos, con la corrupción, sobre todo en los
ayuntamientos, una no puede imaginarse lo que habría sucedido si el funcionario
que tiene que dar la aprobación técnica fuera directamente del partido
gobernante.
Un funcionario o funcionaria sólo puede ser independiente si su puesto de
trabajo no depende del partido de turno. Por lo que es un freno para los
desmanes de la clase política en todos los niveles de la administración.
Casualmente, en este país, aquellos funcionarios y funcionarias que han sido
capaces de denunciar la corrupción, han sido apartados de sus puestos,
sufriendo lo que se llama acoso laboral, o han estado en “el pasillo” o se les
ha desprestigiando de forma sistemática para que éste renuncie
Tan sólo debemos tener en cuenta que aprobar una oposición
requiere de un gran esfuerzo de estudio sea cual sea el nivel del cuerpo al que
se aspire. En los cuerpos de menor nivel jerárquico el problema es la terrible
competencia por el desfase entre las plazas ofrecidas y el número de aspirantes
y en las plazas de mayor nivel, la exigencia es máxima en cuanto a nivel de
conocimientos especializados necesarios y en cuanto a la titulación exigida. En
cualquier caso, independientemente del tipo de oposición que sea, el
funcionario/a ha debido dedicar mucho tiempo al estudio y su nivel de formación
de partida es muy superior al de trabajadores de otros ámbitos.
Todo esto lo cuento, porque parece que en este país no se ha superado la época de la Restauración, y si no somos nosotras, la función pública, quienes denunciemos estos clientelismos que todavía se dan, en su mayoría en Ayuntaientos y Diputaciones, y seguimos haciendo el trabajo sin cuestionarnos absolutamente nada, no nos quedará nadie para podernos defender.